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La Prensa, El Cuarto Poder
José Schlosser

Introducción al debate desarrollado en el ATENEO MASONICO de la RLS:. "La Fraternidad" No. 62 del Oriente de Israel.


"El Parlamento no es un congreso de embajadores de intereses diversos y hostiles. Cuyos intereses cada uno defiende como agente y abogado.
El Parlamento es la asamblea deliberante de una Nación, con un interés: el del conjunto. Donde los propósitos de grupos particulares deben subordinarse al bien general.
Es cierto que ustedes eligen a los Diputados. Pero cuando cada uno ha sido elegido, él ya no es un representante sectorial, sino que se constituye en un miembro del Parlamento.
Es más: el elegido ha comprometido no sólo su presencia en el escaño, sino principalmente su buen juicio. Y si sacrificara este buen juicio para conformar a su elector, estaría traicionando su confianza.
"

Esta es parte de un discurso que pronunció Edmund Burke, considerado como uno de los más brillantes y elocuentes estadistas y filósofos liberales del siglo XVIII.

Y Edmund Burke también fue francmasón. Al igual que innumerables figuras que desde el siglo anterior, el siglo XVII, contribuyeron con su talento al progreso del mundo moderno. Fue Hermano de la Logia Jerusalén No. 44 de Clerkenwell, en Londres.

Parlamentario elocuente, en 1774 Burke dijo en otro de sus discursos, señalando al palco de la prensa:
"Hay tres poderes en el Parlamento. Pero allí, en la galería de los periodistas está el CUARTO PODER, EL MÁS IMPORTANTE DE TODOS."

Edmund Burke, el masón, fue pues el inventor de esta definición. En su discurso consta por primera vez la distinción que bajo el nombre del CUARTO PODER se ha ganado la Prensa.


La realidad de aldea global en la que vivimos nos obliga,- para conocer lo que pasa en su inmensidad,- a recibir noticias, expresiones artísticas y novedades científicas y tecnológicas, a través de los instrumentos de difusión, ya sean estos impresos o electrónicos (radio, televisión, Internet, editoriales de material de lectura o electrónico). El ámbito que le atribuimos es hoy mucho mayor que el estricto de los reporteros a los que se refería Burke cuando hablaba del CUARTO PODER.

Pero junto con su extensión, la frenética sucesión de novedades locales e internacionales, nos hace también depender de esos instrumentos. No solamente para informarnos, sino también para estudiar, para entretenernos con música, baile o teatro, para conocer a políticos y gobernantes, para saber qué nuevos productos podremos comprar mañana en el supermercado.

Sin embargo, nosotros, como público, no tenemos injerencia en la programación ni control sobre las intenciones o los resultados. Quienes fijan las reglas del juego son los propietarios o directores de los medios de Prensa, las productoras de noticias y sus corresponsales, los editores de discos, los directores de programas artísticos y sus críticos, los agentes de relaciones públicas. A ellos no los elegimos democráticamente, sino que se impusieron por su habilidad o por los medios financieros de que disponían. Quien pone el capital, toma las decisiones.

Ellos a su vez, también son dependientes de las encuestas de lectores, oyentes o televidentes. Y esas encuestas supeditan la financiación de los anunciantes o de los productores del material artístico. Hemos creado pues una máquina que nos domina a todos: determina nuestra dieta, nuestra forma de vestir, el léxico con el que nos expresaremos, los bailes de nuestros hijos, las obras teatrales que se representarán, la pintura que se exhibirá en los museos, la imagen de los políticos. Toda manifestación de la cultura mundial es hoy producto de esa máquina omnipresente y omnipotente.

Hace un par de meses fue entrevistado en un programa de su propio canal, el presidente del directorio de una empresa de televisión privada de Israel. Y cuando se le preguntó por el contenido de los programas como factor de cultura, rechazó terminantemente que su canal debiera preocuparse por ello: para él la televisión es solamente un medio de entretenimiento para los televidentes.

Pero esa máquina, un CUARTO PODER que integran los diarios, la radio, la televisión y las editoras, consciente o inconscientemente, está creando o recreando nuestra cultura, determina cómo somos, establece cómo nos vemos a nosotros mismos. Inclusive condiciona nuestro voto, y más de un imaginativo futurólogo habla hoy de una ciberdemocracia, donde en lugar de los partidos, quien determinará el gobierno será el poder de los medios, mediante el adoctrinamiento constante y subliminal del público.

El poder legislativo necesita del ejecutivo para aplicar sus leyes, que el poder judicial controla. En cambio EL CUARTO PODER tiene la fuerza ilimitada e incontrolada de la consagrada libertad de expresión, ya sea esta informativa, política o artística. Y este CUARTO PODER amplificado no tiene más control que la honestidad de quien dirige sus medios. Por el contrario, está sustituyendo a los otros poderes del Estado: su periodismo pesquisidor sustituye a la policía, la cobertura de los procesos judiciales sentencia antes que los jueces, sus titulares derrocan gobiernos, sus editoriales generan nuevas leyes, sus incontroladas producciones musicales o literarias determinan nuevos gustos artísticos. EL CUARTO PODER configura los valores y la cultura de la sociedad. Moldea actitudes y creencias. Si bien es el motor de nuestra sociedad consumista, sus recursos son un bien natural. Entonces ¿su posesión debe dejarse en manos de unos pocos o en cambio su control debe retornarse a la sociedad?

Citemos a Herbert Shiller, profesor de la Universidad de California que expresa su visión apocalíptica sobre los derechos individuales, afirmando que se convertirán en un mito, porque nuestra máquina "crea, procesa, refina y desestima nuestras convicciones y actitudes, y en definitiva modifica nuestra conducta." "La manipulación de cerebros,- dice,- es un instrumento de conquista".