La Libertad de Crecer

Cuenta una leyenda que un anciano Cherokee explicaba a su nieto acerca de la lucha que llevaba dentro de sí mismo. Ésta era entre dos lobos... : "Uno diabólico, iracundo, lujurioso, mentiroso, vanidoso, resentido, ladrón, abusador y asesino; mientras que el otro era bueno, pacífico, amoroso, sereno, humilde, generoso, compasivo, fiel, bondadoso, benevolente y honesto".

El niño, después de unos minutos de reflexión, preguntó a su abuelo: "¿Y qué lobo ganará?", a lo cual este último se limitó a decir: "El que yo alimente".

Así como es solamente posible esperar que la luna brille gracias al sol, de igual modo únicamente podemos emprender con optimismo y firmeza nuestro crecimiento como “Francmasones”, si contamos con nuestra plena libertad.

Libertad que no supone por cierto, una patente de corso para actuar en cada ocasión de acuerdo a nuestras conveniencias, pasiones e ilusiones, puesto que dicha actitud es al citado concepto, como el frío lo es al calor, toda vez que expresa la mayor esclavitud, que es aquélla que se tiene frente a uno mismo.

Libertad que, por otra parte, no es una oportunidad para transgredir el orden de las cosas, ni el plan que para la humanidad en general y para cada uno de nosotros en particular, tiene trazado especialmente el G:.A:.D:.U:.

La libertad entonces representa, nuestro mas caro tesoro en términos de ser el instrumento con el que hemos sido provistos, y que nos permite estar en el mundo, sin ser del mundo.

Llegado a este punto quizá deba decirse que si bien existen circunstancias que escapan a nuestro control, por tratarse de situaciones que se producen al margen de las decisiones que podamos tomar –e independientemente del hecho que puedan en algunos casos ser considerados como concausas-, es inclusive sino principalmente en estas ocasiones, en las que en ejercicio de esta nuestra condición de hombres libres, podemos decidir cual será el “lobo” que triunfará; en tanto que está en cada uno, en cada instante, la elección de alimentar a uno u a otro, es decir que entre uno y otro polo de nuestros diversos estados mentales, optemos por aquél que fluye con la naturaleza, es decir el positivo.

La leyenda contada, como tantos otros relatos, es generosa además porque nos revela una enseñanza adicional que podríamos conceptualizar de esta manera: El lobo, como cualquier ser vivo, posee un ciclo de vida, esto es, empieza como un ser indefenso, pequeño y frágil, pero paulatinamente y como resultado del tiempo, logra crecer y ser fuerte, siempre y cuando haya encontrado el alimento que necesita cada día, porque de lo contrario simplemente se debilitará.

En este sentido, es menester emplear nuestra condición de Francmasones para alimentar día a día al “lobo” que llevamos dentro y que nos permitirá encontrar esa verdad que tanto anhelamos, y que además servirá para que el otro “lobo”, aquél que es dominado por hábitos negativos, pasiones destructivas, e ilusiones, no prevalezca[*].

B:.R:.L:.S:. Nº 127 “Libertad Universal”

Q:.H:. Miguel de Pomar

V:. de Lima, 19 de mayo de 2003

   



[*]           En rigor, el tema bajo comentario se centra en el Principio Hermético de Polaridad, y en el hecho que a través del arte de la polarización puede -a semejanza que en el plano físico, las llamas de un fuego, cambiar el frío en calor- modificar nuestra propia mente.