GLORIA AL TRABAJO
La iniciación masónica comporta tres fases consagradas sucesivamente al Descubrimiento o Siembra de la Semilla, (Aprendiz), a la Asimilación o Germinación y Crecimiento (Compañero) y a la Propagación de la Luz o Fructificación como resultado de la fusión o unión de dos polaridades (Maestro) que corresponden a la triple misión de los masones, consistente en buscar primero, para poseer después y, finalmente, poder difundir la Luz
El grado de Compañero es esencialmente operativo. Rinde Culto al Trabajo, de una manera más especial que en los otros grados, revelando la necesidad de su espontánea dedicación y práctica en todo ser humano, como condición indispensable y medio de su progreso.
El aprendiz tiene que instruirse con el fin de efectuar un trabajo útil, efectivo y constructivo. Sólo cuando sabe trabajar puede esperar que se le admita en el segundo grado y se le reconozca como Obrero de Progreso y de la Libertad y por ende Compañero de todos los que, como él, trabajan por la G:.D:.G:.A:.D:.U:. o sea en armonía con sus planes (los que se esfuerzan reconocer íntimamente) para realizar y cumplir la Gran Obra de Construcción Individual y Social que constituye el objeto de nuestra Orden.
Los Masones no son, pues, filósofos que se pierden en absurdas disquisiciones y en estériles utopías: para el verdadero masón, todo Estudio debe tener un fin eminentemente práctico y constructivo, todo Ideal un valor vital y operativo que debe realizarse con su aplicación. Este esfuerzo de aplicar y realizar el Ideal en la vida practica es la característica y el objetivo fundamental del grado de Compañero, como lo muestra su propio signo de reconocimiento.
Nunca se convertirá el Compañero en Maestro, en el verdadero sentido de la palabra, hasta que no se haya hecho digno de esta sublime calificación por sus propios esfuerzos y eficiencia en el trabajo, como resultado de su actividad y de sus estudios, habiendo adquirido la experiencia y las capacidades que sólo pueden conducirlo hacia delante y hacer de él algo más que un compañero: el primero entre sus iguales, que sabe instruirlos y dirigirlos por su comprensión más profunda y elevada.
El Masón debe considerar el trabajo de una manera completamente diferente de cómo lo considera el hombre vulgar: para este el trabajo es una necesidad y casi una esclavitud, un yugo que pesa sobre él por la fuerza de las circunstancias, al que debe sujetarse para vivir. Mientras el hombre ordinario trabaja para vivir esclavo de sus necesidades y de sus deseos, el Masón debe vivir para trabajar, es decir, para hacer una obra o una labor, expresando el Ideal que hace de él un artista diferenciándole del artífice.
El espíritu con el cual el hombre ordinario considera el trabajo se halla, pues expresado en la maldición de la Biblia: “Del sudor de tu frente comerás el pan”. Esta maldición, personifica simbólicamente en la Biblia, cuando sea interpretada con la escuadra de la Razón y el compás de la Comprensión representa simplemente la voz o expresión impersonal de la ley bajo cuyo efecto o causalidad se coloca el hombre por sí mismo, eligiendo trabajar como esclavo de la Ilusión exterior para satisfacer sus instintos, necesidades, deseos y pasiones, a raíz de su desobediencia a la voz de la Realidad, la única que puede indicarle la senda de la Libertad.
Lejos de ser una maldición, el trabajo es para el Masón el primero y fundamental objeto de su existencia terrena. Fuente de todos los Bienes y de todas las bendiciones. El blanco mandil del que se ciñe, como distintivo de su cualidad, representa el nuevo espíritu con el cual dedicarse a su propio trabajo o actividad, en calidad de Obrero de la Inteligencia Universal, con la que tiene el privilegio y el honor de cooperar, interpretando y realizando sus planes en la medida de la comprensión y habilidad.
Estos planes son las ideas o Ideales Constructores que se manifiestan en su Inteligencia para realizarse en su vida, y, según adquiere la capacidad de expresarlos, se liberta automáticamente de toda esclavitud exterior, por ser la verdadera Libertad, obediencia a lo que de más elevado hay en nuestra alma y en nuestro ser. El hombre es, pues, esclavo, según obedece a sus impulsos inferiores y a la ilusión exterior; y se hace libre en proporción con su capacidad de elevarse sobre los primeros por medio de la Virtud, y sobre la segunda por medio de la Verdad.
El color blanco del mandil es un símbolo de la pureza de los intentos con los cuales se predispone a la Obra, ya no con el único fin de satisfacer su egoísmo o sus necesidades, o sea mirando la utilidad personal que pueda sacar de su actividad, sino principalmente con el objeto de buscar la Gloria o expresión de la misma Inteligencia Constructora, o Gran Arquitecto del Universo en su propia actividad, cualquiera sea. Este intento superior, expresado por el blanco mandil, es lo que caracteriza al Masón y lo diferencia del profano.
La cualidad de Masón no se adquiere, pues, por medio de un reconocimiento exterior, pagando determinados derechos y sufriendo determinadas ceremonias, o perteneciendo fielmente a determinado Cuerpo u Obediencia. Esto es sólo el símbolo del Masón. En cuanto a la calidad de verdadera ha de ser individualmente realizada con sus propios esfuerzos por cada Masón, aplicando las cualidades exteriormente recibidas o reconocidas. Por consecuencia, el hombre que obra masónicamente, conformándose en su vida y actividad a los mismos Principios o Ideales que la Masonería enseña simbólicamente a su adeptos, es mucho más digno del apelativo de Masón, aunque nunca haya sido exteriormente iniciado o recibido en nuestra institución, que aquel que limita dicha dignidad al nombre y a una observancia puramente formales.
¡GLORIA AL TRABAJO! ¡NOBLEZA OBLIGA!
CUMPLA SU DEBER, TODO MASÓN
QUE QUIERA SER DIGNO DE ESE NOMBRE Y
CUIDE CON DECLARADO CELO DE
ENSALZARLO Y ENNOBLECERLO CONSTANTEMENTE EN
LÍCITA ACTIVIDAD PROFANA,
CONSTRUYENDO SU PROPIA SU VIDA
B:.R:.L:.S:.
Nº 127 “Libertad Universal”
R:.H:. Oscar Iannacone
V:. de Lima, 11 de agosto de 2005