Algunas
Apreciaciones sobre la Experiencia de Vestir el Templo
En
este caso en particular, un detalle aparentemente sin conexión como es el
llegar al taller antes que mis QQ:. y RR:. HH:., es el que me ha permitido tener
un contacto cercano y personal con el espacio físico y espiritual donde los
jueves realizamos nuestros trabajos A:.L:.G:.D:.G:.A:.D:.U:.
El
primer paso para cumplir la labor de vestir el templo es cruzar las dos columnas
del pórtico, y al hacerlo darse cuenta que ésta es la única forma de ingresar
o salir del mismo. Al respecto, esta particularidad evoca el hecho que nuestra
presencia en el mundo sensible, se inicia con el nacimiento y termina con la
muerte, situaciones que constituyen –sobre la premisa de la inmortalidad del
alma- una única compuerta de entrada y salida a nuestra existencia, y que nos
sugiere la presencia del Principio de Polaridad en tanto que permite reconocer
que “...todas las cosas manifestadas”...”tiene su par de opuestos, y que
”...los extremos se tocan”.
Es
así mismo esta puerta -que se encuentra ubicado al Oc:.-, el punto de partida
de aquél profano que alberga en su corazón el deseo y la necesidad de ver la
luz, y que en tal sentido tiene la posibilidad de “nacer” a una nueva
existencia, mediante el ingreso al templo, el cual sin duda alguna es la
representación por excelencia del universo.
Luego
de colocarse el mandil, y dar una visión general del taller es posible apreciar
que, esta primera contemplación simboliza aquélla otra que, partiendo del
mundo interior individual, colectivo y atávico de cada ser humano, permite
“ver“, “ser” y “estar” en el universo, lo cual no es sino nuestra
“cosmovisión”, entendida a esta como a la manera
de ver e intepretar el mundo[1].
Esta reflexión es además particularmente trascendente en tanto que nos acerca
al entendimiento del Principio del Mentalismo.
Cabe
evocar al Principio del Ritmo, en tanto que “..todo fluye y refluye..” y que
“…todo se manifiesta en un determinado movimiento de ida y de vuelta…”.
En efecto, por un lado está el viaje que corresponde efectuar al iniciado,
teniendo como punto de partida el reino de la oscuridad que se encuentra en Oc:.
y como meta el reino de la luz, donde se ubica el trono del Rey Salomón, y que
representa la elevación espiritual que guiará su desenvolvimiento en la vida
profana, y a su vez esta actuación, que podríamos llamar “experiencias” en
el mundo de los efectos permitirá, en simetría con el anterior hecho, sostener
y alimentar este crecimiento personal o camino hacia la luz.
Bajo
esta noción de un doble flujo, la ubicación del Ara en el centro del templo,
no hace sino recordar que este “ir” y “venir” debe producirse bajo la
posesión de la “verdad”, la misma que esta contenida y revelada en el V:.
de la L:. S:. que se coloca encima de éste.
Asimismo,
reafirmando lo dicho anteriormente en el sentido que el templo es la
representación exacta del universo, y atendiendo a que la nave del templo puede
ser considerada como el “mundo físico”, el hecho que el V:. de la L:. S:.
se encuentre situado en este lugar, nos dice que la divinidad está presente en
nuestra existencia para ser aprehendida y que su presencia no es otra cosa sino
el tesoro que nos ha sido otorgado por el G:.A:.D:.U:.
Otro
elemento que es colocado en el lugar ocupado por el H:. Hosp:. es el Saco de
Beneficencia, el cual trae a la mente aquél pasaje de la Biblia sobre el Obolo
de la Viuda (Marcos 12, 41-44), quien en señal de desprendimiento da lo poco
que tiene a las alcancías del templo, y que además actúa bajo la certeza que
su conducta frente a la vida que le ha tocado vivir -su viudez- debe ser
"activa", a diferencia de aquel otro personaje del Antiguo Testamento
que, frente a la misma circunstancia adopta una actitud mas bien
"pasiva", como puede apreciarse de la lectura del Libro de Rut.
B:.R:.L:.S:.
Nº 127 “Libertad Universal”
Q:.H:.
Miguel de Pomar
V:.
de Lima, 24 de julio de 2003
[1]
Conforme la Real Academia Española define el término, en la vigésima
segunda edición del Diccionario de la Lengua Española.